Juan Carlos Caldera Galarza

Para aquellos que nos agrada saber sobre la arquitectura antigua y con ello sobre los modos de vida del pasado y su gente, tal vez con el objetivo de no repetir algunos errores ya sufridos o simplemente por conocer productos de otras épocas en que no se contaba con la tecnología y los adelantos de la ciencia que tenemos en nuestro tiempo, por lo que sea, para cumplir con ese gusto conozcamos un poco sobre el Convento fundado por la orden del Carmen en la cercana ciudad de San Luis Potosí, él cual fue fundado a mediados del siglo XVIII para apoyar en la labor de evangelización tanto al clero secular como a otras órdenes hermanas ya establecidas en el lugar, en sus mejores tiempos fue uno de los conjuntos arquitectónicos más grandes e importantes de su tipo en la región, junto con el gran Convento de la orden de los franciscanos en dicha ciudad por mencionar alguno entre varios presentes ya en el sitio, incluso desde el siglo XVII.

Este Convento dada su ubicación pero sobre todo su conformación, funcionalidad y construcción resistente al paso del tiempo, fue orgullo de la sociedad potosina pero a la vez despertó el interés por parte de las autoridades locales para darle otros usos, que una vez conseguido el inmueble a mediados del siglo XIX, le fueron modificando poco a poco en su organización y estructura funcional hasta que en la segunda mitad del mencionado siglo fue mutilado perdiéndose más de un 60% de su extensión original. Parte de este conjunto era la huerta ubicada al oriente del convento y que rápidamente fue convertida en jardín urbano, lo que ahora conocemos como la Alameda Juan Sarabia.

Un poco de Historia…

En 1733 llega a la mencionada ciudad de San Luis Potosí, un emisario de la orden del Carmen Descalzo buscando apoyo para la fundación de su convento y después de tocar puertas aquí y allá, logra llamar la atención del hacendado Nicolás Fernando de Torres[1] avecindado en la región y dueño de dos grandes haciendas de vocación agrícola y ganadera, quién les hereda recursos económicos para iniciar la construcción.

En 1738 llegaron más carmelitas para ayudar en todas las labores de trámites, permisos y desde luego elegir el lugar adecuado tanto para el convento como para el templo, la sociedad potosina ayudó también y obtienen un gran terreno ubicado al oriente del asentamiento de los españoles, pero ubicado entre las villas indígenas del Montecillo al oriente, San Sebastián al sur y Tlaxcalilla al norte las cuales junto con otras cuatro se disponían periféricas a dicho asentamiento español, este terreno era de suelo blando, contaba con un manantial y los carmelitas tal vez por ello prefirieron emplearlo como su huerta solo ocupando el extremo que les permitía estar unidos al incipiente poblado español, desde un inicio el lugar les llamó la atención, pues se trataba del costado oriente que para el ámbito religioso, es de gran importancia simbólica, además de que cerraban en ese costado también una sencilla pero antigua ruta procesional.

El terreno para ubicar el templo en el costado norte del convento fue elegido también pero no existía el área libre para definir un atrio pues había varias casas ya construidas, sin embargo con el tiempo las fueron comprando y demoliéndolas para establecerlo al frente del acceso al templo; el cual se inicia en su construcción en 1749, mientras se planeaba y trazaba el convento, que se comienza en forma en 1752[2], en su conformación debían respetar los lineamientos y requerimientos observados en otras de las casas o conventos que la misma orden había ya construido en otras partes de la entonces Nueva España, inmuebles estructurados en sus diferentes espacios alrededor de grandes patios, en planos antiguos donde se representa la planta del conjunto conventual carmelita se alcanzan a ver 3 grandes patios internos, sin embargo solo me consta la existencia de dos de ellos y entre ellos algunos patios menores, con el tiempo se incluyeron patios auxiliares que unían al conjunto conventual con la huerta.

Descripción de sus espacios

El gran convento contenía en su interior espacios muy interesantes, algunos de ellos todavía en existencia, como el patio principal denominado como “Patio de las procesiones” y a su alrededor se disponían toda una serie de estancias o crujías con diferentes funciones, desde luego respetando el orden de aquellas que eran semipúblicas, privadas y muy privadas, hablemos del filtro necesario en todo inmueble de este tipo, la anteportería y portería pues no podían acceder las mujeres, pero los religiosos si podían entrar y salir debido a su labor de apoyo a la evangelización, además de ellos podían entrar con ciertos permisos otros religiosos, por ejemplo aquellos que iban de paso, aunque fueran de otras órdenes regulares o algunos diocesanos, en casos especiales algunos civiles de manera temporal también.

Cuenta el conjunto con su capilla doméstica en planta alta, aún existente, construida en lenguaje barroco, de cúpula en falso tambor, linternilla decorada con pilastrillas en la modalidad estípite “losángica” y ventanas mixtilíneas, además le sobrevive la sacristía rematada en su interior por una gran “venera” barroca en cantería labrada.

Que decir de las dos grandes salas de “profundis”, ambas aún existentes, la de la planta baja está transformada en la actual sacristía del templo carmelita y la de planta alta, ubicada al oriente de la capilla doméstica, comunicada con ella por un gran acceso, ambas ayudan a definir la gran terraza que caracteriza los conventos carmelitas en el país, otros inmuebles de este tipo pertenecientes a  otras órdenes regulares no la presentan, dicho espacio era importante para la orden, al tener un espacio destinado a la meditación y oración individual, recordemos que ellos tenían varios votos como los de obediencia, observancia de sus lineamientos y hasta de silencio temporal.

La Planta alta del convento estaba reservada además de la capilla y la sala de profundis a las habitaciones o celdas para los religiosos, se habla de que llegó a tener más de 30 crujías para esta función, eran pequeñas, con muebles muy austeros, de uso individual, pero de muros altos, resistentes y con ventanas pequeñas lo que propició que las autoridades locales pidieran a los religiosos que les permitieran “retener” en algunas de sus celdas más aisladas a algunas personas civiles y hasta religiosos no bien vistos por el gobierno local, durante la primera mitad del siglo XIX, sobre todo en la época de la independencia de México.

Otro de los espacios existentes también en planta alta es la biblioteca, este nivel es el más utilizado para el cuidado de elementos frágiles como los libros ante la humedad existente en general en las plantas bajas, este espacio se ubicaba cercano al acceso a la capilla doméstica, posiblemente sobre la portería, lamentablemente este recinto ya no existe, le fue demolido como otras áreas con la aplicación de la Ley de Desamortización de Bienes Eclesiásticos de 1856[3].

El Templo se ubica al norte del convento, es un inmueble de planta en cruz latina, con bóvedas de lunetos soportadas en arcos formeros y fajones, presenta una gran cúpula “aperaltada”, descansando en un cimborrio octogonal rematando el crucero, su presbiterio se ubica hacia el oriente, como habíamos mencionado esto le dio una significación especial con relación a otros templos.

 En su exterior es engalanado con una de las más fastuosas portadas dentro de las construcciones carmelitas en el país, en un lenguaje mixto, su primer cuerpo se expresa en la modalidad “salomónico-tritóstila”, mientras que el segundo y tercer cuerpos de la portada se expresan en barroco “estípite”, de rica iconología, su discurso barroco es de profunda búsqueda en expresión libertaria y de legitimación de criollos y mestizos, pues aunque sus constructores fueron maestros indígenas de la región, el mensaje es dirigido por mentes criollas.

En su interior presenta dos grandes retablos laterales barrocos en la modalidad “estípite” pero construidos en cantería labrada, en este material hay pocos en el país y de ese tamaño, el altar mayor sufrió como muchos la sustitución por uno más reciente en lenguaje neoclásico, afortunadamente de buen taller, del de Francisco Eduardo Tresguerras, pero digno es de mencionarse también la portada en cantería labrada del camarín de la Virgen del Carmen una joya dentro del barroco mexicano en una modalidad combinada de barroco “de tablero” y sobrepuesto el uso de pilastras “estípite” pero de argamasa y aún quedan dos retablos en madera acompañando al altar mayor en un lenguaje también barroco pero en una modalidad que llama mucho la atención, el barroco “disolvente”, mientras que en el interior del camarín los retablos en cantería labrada laterales presentan la modalidad “neostila”, el último grito del barroco en la opinión de los expertos y del cual existen pocos ejemplos. Sería muy extenso profundizar sobre las cosas interesantes que encierran estos edificios en sus paredes, mencionar como el tiempo ha dejado su huella en las transformaciones que han sufrido, no se diga las mutilaciones en su conformación original y las pérdidas de sus grandes acervos artísticos, pero espero que este breve recorrido por un conjunto conventual como el que describimos en estas letras haya servido para inquietarlos e interesarlos en conocerlos mejor y si es posible visitarlos en persona en un futuro cercano.


[1] José Alfredo Rangel Silva (Coordinación) Transformaciones en la propiedad agraria en San Luis Potosí, p.54.

[2] Alfonso Martínez Rosales. El Gran Teatro de un pequeño mundo. P. 185

[3] Arnoldo Kaiser Schlittler. Breve Historia de la Ciudad de San Luis Potosí, p. 49.

Bibliografía:

Baez, Macías E. (1969) Obras de fray Andrés de San Miguel. México UNAM-Instituto de Investigaciones Estéticas.

Bazant J. (1995) Cinco Haciendas Mexicanas, Tres siglos de vida rural en San Luis Potosí (1600-1910).

               México: El Colegio de México.

Dávila, Murguía C.A. (1999) Los Carmelitas Descalzos en Valladolid de Michoacán, siglo XVII. México:

              Ediciones del Instituto Michoacano de Cultura.

Kaiser, Schlittler A. (1992) Breve Historia de la Ciudad de San Luis Potosí. México: Ed. Al Libro mayor.

Martínez, Rosales A. (1985) El Gran teatro de un pequeño mundo, El Carmen de San Luis Potosí, 1732-1859.

             México: El Colegio de México-UNAM.

Monroy, Castillo M.I. et. al. (1997) Breve historia de San Luis Potosí. México: El Colegio de México-UASLP.

Motilla, Martínez J. (1997) La Administración Pública en la ciudad de San Luis Potosí, a finales del siglo XVIII

              y principios del XIX. San Luis Potosí, México: UASLP.

Rangel, Silva J.A. (2011) Transformaciones en la propiedad agraria en San Luis Potosí. México: Colegio de

               San Luis.